Alberto Ayora Hirsh es un montañero de raza, un gran amante del Pirineo y un reconocido experto en seguridad y gestión del riesgo. Es teniente coronel del Ejército de Tierra y jefe de la Jefatura de Adiestramiento y Doctrina en la Escuela Militar de Montaña y de Operaciones Especiales de Jaca. Ha participado en decenas de expediciones, con el Ejército, con la ONCE, con el programa ‘Al filo de lo imposible’ de TVE a varios ochomiles… Imparte clases sobre seguridad en la montaña y ha publicado varios libros, como ‘Gestion del riesgo en montaña y en actividades al aire libre’ y ‘Riesgo y liderazgo. Cómo organizar y guiar actividades en el medio natural’ (Desnivel).
¿Hay alguna receta para evitar accidentes en montaña?
Una receta mágica no hay. Ojalá existiera. El único secreto es ser conscientes de nuestros límites, seleccionar bien las actividades, informarse previamente de la meteorología y de las condiciones de la ruta, respetar los horarios, ir bien equipados… y ser prudentes. Desde el punto de vista de la prevención el aspecto más importante es planificar bien nuestra actividad. Luego hay otros aspectos que no debemos descuidar, como informar a familiares o amigos del lugar al que vas o llevar el móvil bien cargado. Y una vez en la montaña hay que tomar decisiones conforme a las circunstancias que vayamos encontrando y lo que vaya sucediendo. Hay que evaluar los riesgos continuamente. Siempre es mejor darse la vuelta si se nos ha hecho tarde y va a oscurecer a mitad del recorrido, o si el tiempo empeora bruscamente, o si alguien del grupo no está en condiciones de seguir. Pero es fundamental seleccionar la actividad según nuestra capacidad y preparación. No puede ser al revés. No se puede intentar ir a un sitio sólo porque me apetece, o porque lo he visto en una revista o en un documental, y luego darme cuenta de que no estoy a la altura del reto.
¿Cómo ir bien equipado? ¿qué cosas es obligatorio llevar?
El mejor equipamiento se llama “buena cabeza”. Es fundamental que todos los componentes del grupo sepan a dónde vamos a ir, qué vamos a hacer y qué tiempo va a hacer. No es lo mismo salir en verano que en invierno, o con una predicción meteorológica clara o incierta, y no todo el mundo reflexiona sobre estos aspectos antes de salir. Hay quien sale a la alta montaña con un equipo muy similar a cuando va a dar un paseo por las proximidades de la ciudad, o a cuando sale a zonas de baja montaña. Hay que ir con las botas y la ropa adecuadas, y con todo lo necesario para la actividad que vamos a realizar. Además de lo que ya hemos comentado es imprescindible llevar suficiente agua y algo de comida en la mochila, un mapa o GPS, y nunca debe faltar un frontal o una linterna por si hay un imprevisto y se hace de noche.
¿Es peligroso salir solo?
No es aconsejable ir solo. No es que sea más peligroso, es que nadie podría avisar si nos ocurre algo, aunque sea una simple torcedura, y no tenemos cobertura para avisar. Siempre recomendamos que el número ideal de personas para hacer actividades en la montaña es de tres personas. De esta forma, si uno tiene un problema, el segundo se puede quedar con él y el tercero puede ir en busca de ayuda. Si el grupo es muy grande entramos en otra dimensión de la gestión del riesgo, ya que es más problemática la propia gestión del grupo en sí mismo. Además una cosa son los grupos organizados, como una salida de un club o un grupo de scouts, y otra los grupos de familias o amigos. La gestión de unos y otros tiene importantes diferencias, tanto en la planificación como en la conducción de las actividades.
Casi todos creemos que hay más riesgo en invierno, pero sorprenden las elevadas cifras de rescates del pasado verano. ¿Hay realmente una época del año con más riesgo?
En invierno hay otros peligros y los riesgos aumentan. Aparece el peligro de los aludes, que exigen una gran formación y experiencia, pero además las temperaturas son más bajas, los días más cortos… Lo aconsejable es iniciarse en la montaña estival y luego, progresivamente y de la mano de expertos, ir descubriendo la montaña invernal. Sin duda, este verano las cifras de intervenciones y de personas rescatadas han aumentado, estadísticamente casi un 18%, pero las tendencias hay que analizarlas a largo plazo y contextualizarlas. Influye la gran cantidad de gente que visita el Pirineo, el que los fines de semana que es cuando hay más afluencia tengan una climatología favorable, o que determinadas actividades que atraen más gente tengan mejores condiciones para su realización. Viene mucha gente y a hacer muchas actividades distintas, y no todos conocen las normas básicas de prevención de riesgos. Aún así, es indudable que la nieve y el hielo del invierno implican un mayor riesgo.
Por desgracia, y aunque lo venimos reclamando desde hace ya unos cuantos años, no existe un Observatorio a nivel nacional que refunda las bases de datos de todos los cuerpos que realizan rescates en montaña, que analicen esos accidentes en su totalidad, que los clasifiquen y que puedan proponer estrategias para reducir los accidentes conforme a las actividades, grupos y personas que los están sufriendo. La prevención es la gran asignatura pendiente, y cada vez veo más necesario unos planes a corto, medio y largo plazo.
¿Terminarán pagando los rescatados por su rescate? ¿qué opina de ello?
Voy a ser claro. Me parece un error plantear el pago por los rescates bajo la excusa de conseguir la reducción de los accidentes. Esa no es la fórmula para conseguir reducir los accidentes cuando todavía nos falta un largo camino por recorrer en el aspecto preventivo. La prevención requiere otras estrategias, otra forma de hacer las cosas que no tenga que ver con un afán recaudatorio. Hay que ser conscientes de que somos humanos, cometemos errores, y todos podemos tener un accidente. Nadie está libre de eso, ni siquiera los montañeros expertos que salen bien equipados a la montaña, y no es justo hacer pagar a la gente por sufrir un percance, por el mal uso o abuso de otros. Otra cosa es sancionar una actuación que se considere negligente o por mala utilización de los recursos públicos. Pero hay muchas cosas que se podrían hacer y ni siquiera se han intentado.
Lo que sí que me gustaría dejar claro es que las actividades en el medio natural generan riqueza. Pero no me refiero a una riqueza económica, que es obvio que también la hay, sino a una riqueza humana de la que parecen olvidarse las autoridades. Las actividades en la naturaleza nos ayudan a crecer como personas, a reflejar e integrar una serie de valores, a estimular una vida sana y deportiva, a evitar enfermedades y problemas de sedentarismo o de obesidad infantil. ¿Y quién y cómo valora estos beneficios? ¿Nos tenemos que fijar sólo en las cifras de los gastos de los rescates? Para mí actuar así es un grave error en la gestión pública.
¿Qué consejos de seguridad daría a alguien que viene por primera vez al Pirineo?
Estamos en la era de la información, y lo que hay que conseguir es que quien venga, ya sean niños, adolescentes o adultos reciban información de calidad para evitar que llegue gente dispuesta a subir a una montaña, o a hacer un recorrido promovido turísticamente, sin tener ni idea de la existencia de algunos peligros para poder protegerse de ellos. No se puede llegar al Pirineo con la pretensión de subir al Aneto si no se ha subido antes ningún pico de tresmil metros, ni pretender bajar una pista roja o negra el primer día de esquí. El secreto, como en casi todo, está en hacer las cosas de forma gradual y saboreándolas. Escoger la actividad que mejor se adapta a nuestras capacidades para disfrutar de ella con seguridad. Y los menores deben recibir una adecuada formación, y un buen ejemplo, desde edades tempranas.
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