“Desde este último punto, las patrullas se encaminarán hacia Piedras Rojas, allí efectuarán la subida de una carga determinada, salvando un desnivel mínimo de 30 grados y longitud de 30 metros, empleando sistemas de polipasto y tirolinas, que deberán montar y desmontar… Progresión por cuerda fija, llevarán material de espeleología, subirán tres metros y paso de ascenso a descenso…”. A las 7:18 de la mañana, el capitán Vitorino, con cadencia de gota malaya, detalla las sucesivas pruebas que se superarán en las próximas horas. “Se dirigen hacia el pico de la Raca, en su cima estaré yo, ahí montaran la camilla Kong”. Al oír este nombre un alumno se gira, mira a su compañero y resopla.
Estamos en Candanchú, en el Centro de Adiestramientos Específicos de Montaña de la Guardia Civil (CAEM). El coronel Arribas, jefe del Servicio de Montaña de la Benemérita, abre para El Confidencial las puertas de la escuela donde se forman los especialistas que arriesgan su vida socorriéndote en la intemperie de la cumbre o en la oscuridad de la sima. Una jornada con los futuros Greim y sus profesores. Pedro, el comandante director, será nuestro guía de lujo.
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“Gestionad vuestras fuerzas, bebed sin ganas y hacedlo cuando podáis. Vais en patrulla, recordad que sois tan fuertes como el más débil, apoyadle. Solidaridad, compañerismo”. Son los últimos consejos. El equipo docente preparó concienzudamente esta fase de la formación. Discutieron si advertir o no de lo que les espera en cada etapa. Algunos prefieren que no se pueda anticipar mentalmente la respuesta, que reaccionen ante lo imprevisto, pero saben que Vitorino cuida a sus alumnos como una madre y los informará, así es. Van a comenzar, Pedro hace hincapié en que las actividades están diseñadas para disfrutar y que prima la seguridad. Repasan las comunicaciones. Todo listo.
En este punto y antes de partir con ellos, es necesario hacer una aclaración. El concepto de disfrute que tienen estos especialistas de la Guardia Civil es un poco singular. Los nueve aspirantes, que en cuatro patrullas comenzaron pasadas las 8 de la mañana a subir por cuerda fija, regresaron a su base a las 20:15. Doce horas alternando recorridos de orientación, escalada, ascensiones, boulder, maniobras de socorro y autosocorro. Más de 30 kilómetros y 2.100 metros de desnivel. Terminaron machacados, pero contentos. También lo están los instructores, estos sólo contentos. Vamos, que ha sido un provechoso día a la manera de la gente de montaña.
En 1981 se realizó el primer curso tras reorganizar las Unidades de Esquiadores-Escaladores. El capitán José Fernando Abós fue el artífice de la especialidad que hoy está entre los mejores grupos de rescate del mundo. Los Greim se desplegaron por los macizos peninsulares y su filosofía fue estar a pie de monte. De tal manera que, si no era factible acudir en helicóptero, la cercanía permitiera alcanzar lo más rápidamente posible al accidentado. Pegarse al terreno mejoraba a su vez el conocimiento de la demarcación y facilitaba mantener un nivel técnico adecuado. De su eficacia ya ha dado cuenta este periódico.
Desde el curso piloto del año 1981, en la Escuela se han impartido 41, que han capacitado a 565 especialistas y 22 instructores. Los docentes cuidan sobremanera la seguridad. Se insistió en ello antes de comenzar la prueba: “No hagáis el melón, sobre todo en las bajadas: al más mínimo problema nos llamáis”. En más de treinta años sólo un alumno perdió la vida. Fue en 1987, en Monte Perdido, cuando se precipitó por un nevero.
Para tener la chapa de greiman, primero hay que ser Guardia Civil y superar una oposición muy exigente. Se puede optar con una edad máxima de 38 años. Recientemente se elevó el tope a fin de facilitar que los aspirantes, con buenos conocimientos de alpinismo y que entrasen en el Cuerpo rondando la cuarentena, pudieran intentarlo. Un modelo semejante tiene la Gendarmería Francesa, que se nutre de guías de montaña con experiencia. La primera mujer que realizó el curso fue una teniente en 2004. Posteriormente, una guardia que hoy presta servicio en Benasque. No es fácil superar las pruebas y menos resistir los nueve meses de duración.
El CAEM persevera en una casita blanca, a las afueras de Candanchú, en la antigua carretera nacional dirección a Francia, donde estuvo la vieja aduana de Somport. “Es pequeña pero muy aprovechada… Y nuestro orgullo”. Algo hay en este lugar que les atrapa. Quizá vivir en uno de los parajes más bonitos del Pirineo y seguro que trabajar con buenos compañeros. Son dos potentes imanes. El cabo Pachi, que lleva treinta y cinco años en el cuerpo, renunció a promocionar profesionalmente si eso le obligaba a abandonarla. Confidencialmente nos dicen que aquí está el cabo más antiguo de la OTAN.
Llevábamos en pie desde las cinco y media de la mañana, no habíamos desayunado y pasaban de las diez. Llegados a este punto le recordé al comandante un dicho aragonés: “Son las diez, ni se muere padre, ni cenamos”, tras lo cual desayunamos unos apetitosos huevos fritos con jamón que nos preparó Monterroso. Hoy ejerce como cocinero, ha sido guía canino y es historia viva de la Escuela: lleva en ella desde su creación, en 1981.
La patrulla ha llegado a la pared de Coll de Ladrones, tienen que escalar unos doscientos metros: “¿Cuál es la vía Flin, mi capitán?”. Sin dudarlo Félix, un greiman del Puerto de Navacerrada que ha dejado pasar varios destinos para poder regresar al lugar donde se formó, responde: “Pues la vía Flin”. O lo que es lo mismo: espabílate, no le irás a preguntar al accidentado cuál es la ruta de salida. Los instructores quieren comprobar cómo trabajan en fatiga. Es uno de los propósitos. El otro, la capacidad de autocontrol, especialmente ante los fallos o dudas del compañero. Esto dice mucho de la calidad de la persona y aquí lo tienen muy presente. Puedes ser un portento físico, pero si fallas en solidaridad este no es tu sitio. Tuvimos ocasión de comprobarlo.
Al montar una de las camillas, un alumno se bloqueó pasando una cinta. En efecto, trabajaba en fatiga. Su compañero, al menos igual de agotado, no tuvo un mal gesto. Le desbloqueó y continuaron. Madera de Greim: “Aquí no se buscan héroes, sino gente con la cabeza encima de los hombros y que sepa emplear los recursos del Estado sin derrocharlos, como ha hecho la Benemérita toda su vida –afirma el teniente Rivero–. La audacia a la hora de emprender un rescate no está reñida con el sentido común.”
En el monte, en ocasiones, oyes expresiones referidas a estos especialistas del siguiente tenor: “Estos son de los nuestros”. Es posible que quien así se expresa quiera decir que hay unos que visten de verde que son buenos y otros no. Es no entender nada. O peor, no querer entender que su espíritu de servicio y de sacrificio lo tienen porque son guardias civiles, igual que lo tenían los asesinados en Capbreton. Un grupo de ciudadanos está impulsando una interesante iniciativa para que a los Grupos de Rescate e Intervención y su unidad de helicópteros se les conceda el premio Princesa de Asturias de la Concordia 2015.
Pasadas, con mucho, la una de la madrugada sonó el móvil de Pedro, el comandante director del CAEM. Se quedó extrañado. Ese tipo de llamada es habitual cuando estás en primera línea, y él ya no lo está. La voz que escuchó sonó familiar, era un antiguo alumno: “Mi comandante, le informo que acabo de intervenir en mi primer rescate”. Pedro nos refirió sólo una parte de su respuesta. Omitió la bronca. Contaba la anécdota sin poder disimular el orgullo y la satisfacción por esa llamada. Sus protagonistas tienen madera de Greim. Nosotros les agradecemos que sigan ahí y que nos abrieran las puertas de su casa.http://www.elconfidencial.com/deportes/otros-deportes/2014-11-12/no-buscamos-heroes-sino-gente-con-cabeza-y-que-sepa-emplear-recursos-del-estado_436704#