Noticia facilitada por Radio Huesca
1915, un alud de formidables dimensiones, dejando una capa de nueve metros de nieve, sepultaba y destruía casi totalmente los hermosos edificios del matadero y de la Casa de la Pradera, además de causar graves desperfectos en una de las esquina del Gran Casino
El Pirineo Aragonés daba cuenta del suceso –con fotografías de Francisco De las Heras, destacando que la abundante capa de nieve existente en la montaña se precipito sobre la pradera y las instalaciones termales desde el barranco de Arrúgalas provocando el alud que ha dejado cuantiosas perdidas económicas. También se destacaba que “afortunadamente no hay que lamentar daños personales, dado que el Balneario en estas fechas, está prácticamente vacío”
En aquel momento se calculaba que de las mil plazas se había perdido un 25%. La fachada del Casino que se había indurado en 1906 requería una actuación urgente..El Hotel Continental inaugurado en 1903 necesitaba de una actuación integral puesto que la nieve, incluso había entrado en sus dependencias
En aquellos años, el Balneario se había situado como el establecimiento termal más importante de España junto al de la Toja
En 1899 la sociedad Aguas de Panticosa SA se hizo con la concesión que se le había quitado a la familia Guallart de Bubal que la había regentado.
Tras el alud se demandaba de los propietarios un nuevo impulso para seguir siendo un referente con los más de dos millares anales.
Las primeras noticias, sobre el uso de las aguas, de las que se tienen conocimiento nos llevan a la época romana, en la que, previsiblemente, la conocida costumbre por las termas y baños, acercó hasta aquí a los habitantes adinerados de las poblaciones del sur Osca y Cesaraugusta, que debían recorrer las vías que unían la antigua Hispania con la Galia siguiendo el cauce del río Gallego. El asentamiento, o al menos la visita a las aguas termales de Panticosa quedó atestiguada con el hallazgo de monedas y restos de alfarería romanas en las excavaciones de 1951 del manantial de Tiberio.
Con la caída del imeprio Romano y la llegada de los pueblos bárbaros, se inicia un largo periodo de decadencia, y la historia y uso del Balneario de Panticosa se pierde durante siglos. En ello debió influir su difícil acceso y los frecuentes aludes que llegaron a sepultar durante varios siglos sus manantiales. La documentación medieval conservada en los archivos históricos del Valle de Tena no cita estas aguas termales, por lo que cabe suponer que habían caído en el olvido.
Ya en el Renacimiento y la Ilustración, la explotación comunal de los baños y los primeros proyectos de privatización, hacen resurgir el interés por las aguas minero-medicinales en toda Europa, y España no fue una excepción. En 1693, los jurados del Quiñón de Panticosa, propietarios de los baños, firmaron un contrato con los albañiles de Lanuza para construir en un año la primera casa de los Baños. El Quiñón se hizo cargo de los gastos. La construcción de este primer edificio, era reflejo de la importancia que iba adquiriendo la actividad balnearia de Panticosa. Al final de la última década del siglo XVIII, el balneario conoce un cierto auge y provoca en algunas autoridades una gran preocupación por su estado y su futuro
Entre 1827 y 1844, Guallart construye el núcleo del balneario compuesto por ocho edificaciones, y él y sus sucesores continúan con su explotación hasta 1899.
El Balneario de Panticosa se convirtió, a lo largo del siglo XIX, en uno de los mayores y prestigiosos de España, configurándose como villa balnearia capaz de albergar a más de mil quinientas personas, una capacidad asombrosa para las dimensiones que los centros turísticos tenía en aquellas fechas. Esta oferta de alojamiento era incluso mayor que la de Santander o San Sebastián. Los edificios construidos eran típicamente balnearios, con hoteles, villas y servicios varios que lo dotaron de una cierta organización interna y autónoma.
Entre los “bañistas”, haciendo un repaso somero, aparecen nombres tan destacados como Primo de Rivera, Canovas del Castillo, Sagasti, José Ortega y Gasset o Santiago Ramón y Cajal.